¿De qué depende nuestra conducta?
Cuando ocurre un suceso, siguiendo la teoría de Jean Piaget, interaccionamos con el ambiente según tres conceptos básicos:
- Asimilación: Interpretamos la nueva vivencia en comparación con otras anteriores
- Acomodación: Cambiamos nuestras ideas para hacerlas compatibles con la situación
- Adaptación: Nos adaptamos a las condiciones del ambiente
Cuando los sucesos son agradables y, por lo tanto, sentimos una correlación entre la situación y nuestras ideas, tiene lugar el equilibrio. En cambio, se produce un desequilibrio cuando la situación no encaja con nuestros esquemas previos. Por ejemplo, si se nos presenta un imprevisto que podemos tolerar, no lo percibiremos de la misma manera que otro que nos resulte difícil de aceptar.
Así, las teorías cognitivas postulan que nuestra conducta está determinada por cómo percibimos la realidad. De este modo, en contra de lo que solemos creer, no son las situaciones negativas por sí mismas las que nos producen malestar, sino nuestra percepción sobre ellas. Esto se evidencia cuando dos personas distintas reaccionan de manera distinta ante un mismo hecho.
¿Cómo podemos trabajar nuestra percepción para poder determinar la conducta de manera positiva?
En psicología cognitiva, se trabaja con el modelo ABC, que sugiere que la conducta (B), está determinada por los sucesos que la preceden, denominados antecedentes (A) y por algunos sucesos que la siguen, las consecuencias (C).
Los antecedentes son los hechos que nos hacen sentir mal, los sucesos que percibimos como negativos. Las creencias son nuestros pensamientos acerca de ese hecho y las consecuencias son nuestras emociones y acciones posteriores al hecho. Por ejemplo, una mujer podría sentirse mal porque su marido no la llamó a la hora que le había prometido (antecedente), motivo por el que empieza a pensar que no la quiere suficiente (creencia) y, por lo tanto, se siente muy mal y siente que no es importante para su pareja (consecuencias).
Para empezar a trabajar nuestra percepción, se aconseja anotar los antecedentes que suceden día a día en una columna. En otra, se presta atención a los pensamientos asociados al mismo hecho y, en una tercera columna, se explicita cómo se siente uno al respecto. Una vez identificado el modelo ABC de la conducta, tendríamos que elaborar una cuarta columna en la que anotaríamos percepciones alternativas de un mismo hecho y, como consecuencia, las emociones que se derivan al observar los diferentes puntos de vista. Por ejemplo, imaginemos que saludamos a una compañera de trabajo desde el otro lado de una calle y, sin embargo, ella no nos saluda. El antecedente sería que no nos ha saludado, la creencia podría ser pensar que no lo ha hecho porque es una maleducada y, la consecuencia, sería pensar que no la vamos a saludar más porque nos ha molestado el suceso. En ese caso, una percepción alternativa de la situación sería pensar que no nos ha saludado porque quizás no nos ha visto, lo que supondría sentir tranquilidad en lugar de enfado.
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